Que una vez sembré en tu lecho
Guardo para mí tus tiernos jardines
El obsequio que nunca me diste
Las noticias que nombran tu cuerpo
Bañado en mi noche fecunda
Despojo de mí ansias pequeñas y sin sombras
La levadura seca que vive debajo del suelo
Viajes sin retornos direcciones sin rumbo
Pero debo dejarte
No voy contigo sin ir conmigo
Te doy mis manos de iglesia
Mis artes del corazón infante
Te dejo mis dudas y mis mañas sueltas
Mis guantes y mi olor a plátano
El humo el bosque y la niebla te doy
Para que me recuerdes cuando te hablen
Pasarás así la eternidad
El tiempo y sus copas rotas
El aire y su zumbido alterado
Serán compañeros inefables
Para que jamás me nombres
Llévate las plantas y los maceteros
Te los heredo
Como el camino de estrellas sin recorrer
Las llaves déjalas con el conserje
No cierres aún mis maletas
Deja abierta la puerta
Para que allí entre un poco de cielo
Para quién lo que llaman “luz de la vida”
La prisa que aguarda
Los deseos derramando sin censura su leche
Quién nos regalará un poco de hospitalidad
La decepción acampa
Bajo el bosque que nos cubre
Temuco, julio de 2008